miércoles, 23 de enero de 2008

Los días tienen cincuenta horas, la cuesta abajo se convierte en precipicio, el sueño una utopía.
Definitivamente dejé en el camino a la niña asustada que llegó a la ciudad. Y bueno, ahora decido que quiero escalar...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cincuenta, cuarenta, sesenta, todo es una cuestión de plieges e infinitud. Todo lo recubre el interminable manto del tiempo, con sus plieges, con sus hiedras que se enlazan a través de nuestras almas pérdidas. Realmente, si la niña desapareció, ahora despuntará la mujer, pero siempre dentro de la inconveniencia, deslizándote a través de las elipses de la oportunidad, y de la ciclotomía del destino. ¿Eres conductista? Vuelve como Neruda, a Isla Negra, vuelve a tus origenes, desde el alma, pero evitando al barquero, evitando a Caronte, sin las monedas de pago, ya que cuando la pupa se convierte en crisálida, nace la mariposa. Lee a Nabokov, en su Ada y el Ardor, y entenderás el fin y el destino de la inconveniencia. Del Destino Gran Vía a la camarera del The Bar.

Anónimo dijo...

¿Del destino Gran Vía al THE bar?
¿No sería más bien al revés?
¿Eres...?

Señorita Pérez

Anónimo dijo...

Oye!

Señorita Pérez