lunes, 30 de julio de 2007

Después de veinte días he vuelto a poner el despertador a las nueve en punto de la mañana.
El agua caliente que se acaba, no tengo qué ponerme y no hay nada para desayunar.
Vuelvo a esos días en los que cinco minutos son cruciales para tomar un café en el bar de al lado.
Vuelvo a esos días en los que la cotidianidad me ensucia las manos de gris y se empolvan mis esperanzas en algún lugar de mi cabeza.
Yo sin embargo sonrío con expresión de plástico y digo: Buenos días, ¿le puedo ayudar en algo?

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