martes, 31 de julio de 2007

Respirar...

Recuerdo muy vagamente su imagen. Pantalones raídos de segunda mano, gafas pasadas de moda y los dedos amarillentos a causa del tabaco. Una expresión apática permanecía en su rostro, pero jamás recordaré su mirada. Puede que sea porque nunca nos miramos, puede que fuera porque él siempre miraba al vacío. No me preocupa, nunca lo hizo, aunque empleé mis fuerzas para negar lo evidente.

Minuto tras minuto respirar se convierte en una tarea insoportable.

Madrugar, hacer la compra, la colada, bajar la basura, ver una película, ir a ese lugar de trabajo, parecer sociable sin sentir náuseas, son esas cosas a las que nunca me he podido acostumbrar.

Siempre naufrago antes de tiempo, pero finalmente resisto en el último momento. Agonizante como un pez naranja fuera del agua, siempre me salvan. Siempre lo han hecho. Alguien me coge del brazo y me lanza de nuevo mar adentro. Tan sólo puedo juntar fuerzas para llegar a la orilla y pedir otra vez socorro. Sálvame, como alguien dijo, soy un mar de curvas. Sálvame, o acabaré siendo él. Sálvame…ya no hay nada que hacer.

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